13/8/20

Corregir

Esta mañana he leído en una de las múltiples redes sociales a una persona preguntando cuánto tiempo dejábamos entre la escritura y la corrección. La pregunta, el intento de responder, me ha llevado a darme cuenta que, en realidad, no hago una sola corrección de mis textos, sino varias y me he dicho: «vamos a escribir sobre ello en el blog».

11/8/20

[Marca] El Diulaë y el Indaleaë

Gobernando Galah a los hombres del bosque, se acercó a él Gurth, el que entonces era uno de los últimos elweas, creador de los casi desaparecidos gorgath, y le prometió que su pueblo sería quién ganaría el Decreto de Dôr. Agasajó sus oídos y le aseguró que viviría para ver el final donde los hombres se alzarían con la victoria. Galah se dejó seducir creyendo que podría librarse del elwe y su influencia en el momento de la victoria, pero su hermano menor, Belah, no estuvo de acuerdo y rechazó la presencia del elwe entre los suyos. Muchos quedaron con Galah ante las promesas de prosperidad, pero otros marcharon con Belah.

A esta separación se la conoce como Diulaë (La División) y los hombres de los bosques se dividieron en dos pueblos: los hombres oscuros (llamados así por su pacto con Gurth) y los hombres verdes (llamados así porque utilizaban este color en sus vestimentas en recuerdo del bosque de la Luna que nunca volverían a pisar).

24/7/20

[Marca] Las espadas negras

Sereg le enseñó a los moradores de las montañas varios oficios y, en especial, la metalurgia de la que los kahudrain se sentían orgullosos. Llegó un día en el que quisieron agradecer a las razas que no les atacaron en el Emorthaë su amistad y forjaron cuatro espadas de negro filo que se entregarían como regalo a esos cuatro pueblos: Damo (la espada de la sangre) para los hombres grises que habitan en el sur; Aba (la espada de la esperanza) para los hombres negros perdidos en aquel primer día; Bolra (la espada del árbol) para los hombre del bosque, ahora oscuros, que vivían en el bosque de la Luna; y Anuk (la espada de la noche) para los hijos de Dudae en su inaccesible altiplano.



Sereg reunió a los mejores maestros entre los kahudrain y durante días forjaron las espadas con grandes martillos y enormes fuelles. Templaron sus filos en sangre y al acabar el elwe las dotó de parte de su poder permitiendo que las espadas pudieran reconocer la amistad o no de quien la portaba si se enfrentaban entre ellas. De ahí su nombre. Sin embargo, ajeno a los importantes trabajos estuvo un avanzado aprendiz que consideraba debían haberle elegido con los maestros; consideraba orgulloso que era mejor que ellos. Olan, quién más tarde darían nombre al paso del río Murdt, trabajó en solitario y forjó dos espadas más para demostrar a sus rivales que era mejor que ellos y, en efectos, sus espadas eran hermosas y perfectas, pero Olan carecía del poder de Sereg así que se las ingenió para introducirlas en la ceremonia final para que este, sin saberlo también les cediera su poder.

Sin embargo, las espadas originales estaban fabricadas con amor de los maestros, mientras que las copias eran fruto del odio y de la envidia. Las espadas se escaparon de las manos del aprendiz y se clavaron en el cuerpo de Sereg absorbiendo toda su esencia pues ese, absorber la vida, era su poder. En el caos posterior, Olan recogió sus espadas, que gritaban ansiando más hasta que fueron envainadas, y nunca más se le volvió a ver. Sereg también desapareció ese día.

Dicen que si las espadas negras forjadas aquel día vuelven a reunirse en batalla, será la última, lo que no ocurrirá hasta La Guerra del Retorno, pero esa historia se cuenta en otra parte…

22/1/20

¡El D&D es marxista!


¡El D&D es marxista!

Aquellos que me conocen saben que procedo de familia relacionada con el teatro y que unas de mis comparaciones del rol favoritas es con este arte; «es teatro en mesa» suelo decir ante la mirada atónita de otros roleros. Estos días estoy leyendo un libro sobre teatro, sobre cómo escribirlo. No tengo intención de escribir una obra de teatro (aunque tengo una escrita), pero el libro, La Escritura Dramática, es también muy recomendable para la escritura de narrativa y, estoy (re)descubriendo, para el rol. Hay diferencias, claro, pero es interesante leerlo también con el rol en mente.


En uno de los apartados, el autor (José Luis Alonso de Santos) hace una clasificación de los personajes de la novela en función de su relación con la acción, no la importancia de cada uno de ellos respecto a la acción (lo que serían PJ y PNJ), sino la de todos respecto a esta. Por acción se refiere a lo que ocurre en el escenario, lo que los roleros llamaríamos la trama de la aventura, pero él reserva la palabra trama para otra cosa. Mientras leía las categorías, las iba asociando a juegos de rol, sin entrar a pulir detalles, a vuelapluma.

8/1/20

Solo tenemos palabras



Estoy en un interesante grupo de escritores en Facebook (sí, has leído bien) que se llama El Escritor Emprendedor. Hay un poco de «os presento mi libro», pero también muchas entradas interesantes sobre si tal editorial es interesante, cómo se gestiona determinado asunto con tal plataforma, cuáles son las obligaciones administrativas. Hay una entrada semanal donde se puede compartir un artículo de tu blog y evitar la saturación. El grupo está administrado, yo creo que muy bien, por Ana González Duque y tiene una serie de contenidos fijos en la página de Facebook muy recomendables (sobre todo si andas perdido en según qué temas).

El motivo de esta entrada es que hace unos días una miembro del grupo preguntó qué era lo correcto: «nosotros es que hemos venido por cumplir» o «nosotros, es que hemos venido por cumplir» (es decir, con o sin coma). Es una frase pronunciada por un personaje de su novela y de ahí el tono coloquial o informal de la misma. La cuestión ha generado un debate muy interesante, profundo y técnico sobre las posibles respuestas. Intentaré resumirlo.

Yo opiné que la frase no estaba ordenada (el español permite hacerlo) y que el orden correcto era «es que nosotros hemos venido por cumplir» con el sujeto al lado del verbo y que, al cambiarlo de orden, la coma era obligatoria; el tema no era tan sencillo (ingenuo de mí).

El meollo de la cuestión está en determinar la estructura de la frase. ¿Es una subordinada (es + que nosotros hemos…) o estamos ante un conector enfático (es que + nosotros…)? Y dependiendo de la respuesta la coma es posible o no. En este artículo de Fundeu (una página de consulta habitual) hablan del uso erróneo de «es que» con valor causal (en sustitución de porque, ya que, debido a que, etc.), aunque en esta otra página que enlazaron (yo no la conocía y no tengo referencias) incluye a «es que» como conector causal (nota: también lo incluye la Nueva Gramática de la Lengua Española, cap. 46). En cualquier caso, no se trata de si la frase es correcta o no porque se trata de un diálogo en estilo directo de un personaje que podría no expresarse de la forma más culta. ¿Es «...es que hemos venido…» una oración causal?

La frase podría interpretarse de dos formas:
  • Como una frase causal en tono coloquial: «nosotros, ya que hemos venido por cumplir» en donde la coma es obligatoria para señalar el cambio de posición del sujeto.
  • Como una frase enfática «nosotros es que hemos venido por cumplir» donde «es que» es un  conector y «nosotros» una reiteración enfática y, por tanto, no lleva coma.

La respuesta, en este punto, es que necesitaríamos conocer más contexto para saber si la frase es causal o enfática y decidir si lleva coma o no, pero, ingenuo de mí, la cosa no era tan sencilla. Ninguna de las posibilidades anteriores es categórica. Se podría argumentar que no es necesario poner una coma cuando se produce un cambio de posición en una frase («Ayer vimos la última de Star Wars.») o que cualquier elemento topicalizado de una oración debe indicarse con comas.

No tengo la respuesta categórica, lo siento; yo pondría la coma porque me inclino más por la oración causal, pero me encantan estos debates lingüísticos donde se entra en profundidad en temas a los que no suelo dedicar el tiempo de reflexión que merecen. En cierta ocasión, en un curso al que asistí, Elia Barceló dijo: «Solo tenemos palabras y hay que amarlas para que hagan lo que deseas». Esta es una de las formas en las que las amo.