Me he enterado, no hace mucho, que hoy es el día de las
librerías. Debo adelantar, antes de que sigas leyendo, que eso del «día de...» es algo que no me llama mucho
la atención (salvo que sea el Día D, pero esa es otra historia). Siempre he
pensado que si algo merece que lo reivindiquemos, debemos hacerlo todos los
días, no solo uno. No vale de nada comprarse un libro solo el día del libro.
Sin embargo, cuando me he enterado que hoy era el día de las
librerías, me he dicho que debía ser responsable y dedicarles unas palabras en
mi blog. ¿Por qué? Porque me encantan las librerías. Para mí sigue siendo ese lugar
mágico que descubrí hace... muchos años y dónde, cuando puedo, me pierdo. Me encantan
las librerías donde uno puede perderse y me disgustan mucho las tiendas que tratan los libros como si fueran mercancía. Me gusta que el
librero me salude y me recomiende libros y me disgusta que cuando pregunto me
responda: «Un momento, déjame que consulte
el ordenador». Me alegra descubrir que un buen título siempre tiene hueco
en la librería, aunque ya lo haya comprado y me entristece ver que la
avalancha de novedades impida ver el bosque.
Es injusto que hoy sea el día de todas las tiendas donde
venden libros. Librería es ese lugar donde se aman los libros y a sus lectores,
ese lugar que huele a cuero y a madera y dónde cada libro es una oportunidad,
no una apuesta o una entrada en un albarán. Quiero librerías con libreros que
se hayan leído los libros, dónde realmente se pueda encontrar ese libro que no
sabías que estabas buscando (como reza el acertado eslogan de la campaña). Me
temo, sin embargo, que nuestra sociedad vendida al capital las está matando y
cada día hay menos librerías y más tiendas de libros. Están en peligro de extinción
y, en unos años, el lema de la campaña será: «adopta una».
En casa
de mis padres siempre ha habido libros. Cuando vivía con ellos los compraban y leían con
naturalidad y siempre he contado con un libro para la mochila y los largos trayectos en transporte público. Cuando empecé mi
singladura universitaria, mi padre me dio algunos consejos. Uno de ellos fue: «ahora debes empezar tu propia biblioteca».
Él se refería a libros técnicos relacionados con mis estudios; alguno de esos compré, pero
cogí la idea, la amplié un poco y empecé a comprar cosas que me gustaban. Así
acabé con varias estanterías en casa llenas de libros (la de la foto es una de
ellas). La mayoría de los libros que tengo han salido de librerías; si le pido algo a los otros 364 días de las librerías es poder seguir
comprando en ellas.
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