25/8/16

El proceso

Soy un escritor amanuense y, en concreto, escribo con pluma. No lo hago todo a mano y no lo hago siempre, pero las cosas que me interesan más, las escribo, no las tecleo. Es el primer paso del proceso del que quiero hablar hoy.



Como digo este primer paso es la escritura a mano; lo hago escena a escena y capítulo a capítulo siguiendo el mismo orden de lectura. A veces escribo una escena o capítulo antes que otro que acaba precediéndolo, pero solo ocurre cuando cambio de opinión respecto al orden y decido que el capítulo o escena que acabo de escribir debe ir antes que el capítulo o escena que ya había escrito.

Escribo a mano porque escribo despacio, no hay ningún misterio. Por culpa de mi trabajo, he desarrollado buena velocidad tecleando y mis pensamientos suelen ir por detrás de mis dedos. Al hacerlo a mano, me da tiempo a pensar qué palabra usar, como ordenar la frase, cómo será la siguiente. El resultado final es mejor, comprobado en mi caso.




La segunda fase es el «pasado a maquina» (que lo sigo llamando así por nostalgia, pero lo hago en el ordenador). Aquí es donde suelo hacer la primera corrección, aunque no con mucha profundidad. Me suelo fijar en la coordinación verbal, en el ritmo, en la ortografía y esas cosas, pero no le meto mano ni a la trama ni a los personajes. A veces empiezo la segunda fase cuando aún no he terminado toda la primera fase. Hago la primera corrección antes de acabar de escribir, unos capítulos por detrás. Sin embargo, según me voy acercando al final de la historia, más voy alejándome de la máquina y más tiempo le dedico a la pluma. El deseo de saber cómo acaba me mantiene lejos de lo que ya sé.

Cuando acabo la segunda fase tengo un documento mecanografiado que imprimo y es con el que hago la tercera fase que es una corrección en profundidad. El resultado suele ser un galimatías de líneas, tachaduras, texto añadido y demás que, como la primera fase, siempre hago a mano. No corrijo una vez, sino que releo el texto varias veces y corrijo incluso las correcciones. Sólo cuando estoy contento (o cuando el documento corre el riesgo de convertirse en un manuscrito Voynich), consolido esas correcciones en un nuevo documento a máquina (tecleo una segunda versión desde cero, no corrijo la anterior) que vuelvo a imprimir.

Repito el proceso de imprimir, corregir, escribir a máquina todas las veces que considere necesarias, pero normalmente no paso de la tercera. En la segunda soy menos destructivo con el original y apunto menos cosas y la tercera suele ser la versión casi definitiva que ya se puede enseñar a los lectores cero.

Este es, resumido, mi proceso creativo, pero me gustaría señalar que solo es válido para mí. Es posible que otros escritores tengan un proceso similar, pero lo más seguro es que cada uno tenga su propio sistema. Conozco algunos escritores que escriben directamente en el ordenador y que corrigen sobre lo escrito, encima de lo anterior, otros anotan cada tachadura, cada modificación en el control de cambios del documento y tienen decenas de versiones de cada capítulo. La mayor pega que le encuentro a mi proceso es que es lento. A veces me da mucha envidia los que escriben novelas en meses, para mí es imposible. Sin embargo, creo que lo importante no es cómo lo hagas, sino que lo hagas.

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