Me está costando mucho mantenerme alejado del primer
borrador de la novela. Intento mantenerme ocupado escribiendo otras cosas,
enviando relatos a revistas (por cierto, nueva revista: Windumanoth), escribiendo este artículo
para el blog o leyendo algunos libros. Estoy consiguiendo no reescribir, pero
es difícil no pensar en él. Mi cabeza me traiciona.
Unos de esos libros que acaba de añadirse a mi biblioteca me
ha hecho pensar en los narradores de la novela y en los puntos de vista, pero
antes de hablar de ello permitidme un comentario sobre el libro. «Las estrategias del narrador» (editorial
Alba) llegó a mí tras la lectura de «El arte
de reescribir: pulir el diamante narrativo» de Silvia Adela Kohan (en la
misma editorial). Los libros de ayuda para escritores suelen contar siempre las
mismas cosas, pero este segundo, el de reescribir, me gustó bastante porque aprendí cosas que no sabía; por eso me decidí por el del narrador que es de la
misma autora. Me ha sorprendido menos, pero no es un mal libro. En general, los
libros de ayuda a la escritura no son una mala inversión, aunque llega un
momento que te parecen todos similares.
Como comentaba, «Las
estrategias del narrador» me ha hecho pensar en los narradores del Destructor de Estrellas. Dice el libro
que esta, la elección del narrador, es una decisión que debes tomar antes de
escribir, pero confieso que nunca pienso en ello. Cuando se me ocurre una
historia (recuerdo lo de escritor brújula) viene con el narrador
incorporado. Para mí, a diferencia de la opinión de la autora del libro, la
historia y el narrador no están separados. Entiendo la teoría de que puedes
contar la misma trama con narradores diferentes, pero, desde un punto de vista
creativo, me parecen historias diferentes. Un asesinato contado con un narrador
en la cabeza del policía es, para mí, una historia diferente al mismo asesinato
contado desde la víctima, la misma diferencia que hay entre una historia de
detectives y una historia de terror.
El libro me ha hecho preguntarme quién era mi narrador y he
estado pensando en ello (sé que no debería). Yo pensaba que tenía varios
narradores: cuatro, uno por cada personaje a los que va saltando la historia (aunque
había pensado reducirlo a tres, uno por trama principal). Sin embargo, ahora
creo que mi narrador es uno, que siempre es el mismo y que no lo sabe todo (y
si lo sabe no lo cuenta). Me lo imagino agazapado detrás del personaje que ha
decidido que sea el foco de la narración en cada momento y tomando notas de lo
que pasa mientras niega con la cabeza con condescendencia. Siempre se arrima a
personajes que no son los protagonistas, sino que van a ser testigos de lo que
estos hacen. Y a veces interviene, de forma sutil, para sembrar dudas sobre la
historia oficial.
Ser consciente de esto ha hecho que tenga muchas más ganas de ponerme a reescribir.
Sé fuerte, Juan Carlos.
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