22/6/16

La pila de libros

Creo que todos los lectores habituales tenemos una pila de libros pendientes de leer. Nuestra capacidad para conseguirlos es superior a nuestro tiempo para leerlos y se van acumulando hasta que les llega su turno. En mi casa es bastante fácil distinguir qué libros se han leído y cuáles no. Los primeros están en la estantería verticales, en su sitio; los segundos aguardan por los rincones en posición horizontal. Si alguna vez ves un libro en casa en dicha posición es que o bien está pendiente de lectura o bien se está leyendo. He aquí mi pila de libros pendientes:

Principalmente son de fantasía, ciencia ficción y bélicos que son tres de los géneros más habituales en mi biblioteca. También tengo bastantes libros de lingüística, pero esos los leo según los consigo y no pasan por la pila. Si parece que hay muchos de fantasía es por que tengo tendencia a coger los de ciencia ficción primero. A pesar de lo que pueda parecer, no soy un comprador compulsivo de libros. Cuando un libro me llama la atención, lo anoto en una lista de deseos y dejo que me lo regalen (soy bueno y le debo mi nombre a un santo).

7/6/16

Soy un escritor de brújula

Lo confieso, lo soy. Nunca me siento delante de una página en blanco teniendo claro lo que voy a escribir. No hago esquemas, ni escaletas, ni diagramas, tan solo el papel, la pluma y muchas ideas. Mentiría si dijera que no sé nada de la historia. Tengo claro lo que quiero escribir y cómo son los personajes, pero no conozco los detalles de la historia; estos aparecen, me sorprenden mientras voy avanzando.



10/12/15

Justicia Auxiliar de Ann Leckie

Me han dicho que un blog personal no puede alimentarse solo con relatos. Lo primero porque uno no escribe tantos relatos publicables como debería y segundo porque nadie está interesado en tus relatos. Las palabras exactas fueron «...interesado solo en tus relatos». Es por ello que he pensado añadir incluir aquí comentarios sobre los libros que voy leyendo. Intento mantener un buen ritmo de lectura, creo que es importante para escribir, pero reconozco que, en ocasiones, leo cosas raras. Avisados quedáis.

Acabo de terminar Justicia Auxiliar una novela de Ann Leckie que venía precedida de buenas críticas (y buenos premios) y que fue la razón por la que decidí incluirla en mi pila de libros pendientes de leer. La novela me ha gustado bastante. Está escrita en primera persona que es una voz que me gusta mucho y a la que reconozco sus dificultades. Sin embargo, la autora hace que la protagonista sea una nave de combate con decenas de «cuerpos» auxiliares que puede estar en varios sitios a la vez y que, de hecho, está en varios sitios a la vez. De esta forma, su narración en primera persona parece un narrador en tercera persona omnisciente que se entera de todo y te lo puede contar. De hecho, como tiene sensores biomédicos puede saber si alguien miente, se ruboriza, se asusta y te lo cuenta. Desde un punto de vista literario me gustó mucho este recurso y creo que Ann Leckie acertó de pleno con la elección del narrador en primera persona para la novela.

También me gustó el personaje principal que, como ya he contado, es una nave espacial. Ann Leckie nos propone una especie de IA que se relaciona con otras personas a base de auxiliares (que no dejan de ser cuerpos autónomos). Ahora se habla mucho de la singularidad tecnológica y creo que la novela presenta una solución viable y no destructiva (para los humanos), muy alejada de esa visión de Terminator. Como digo, esto me gustó y me pareció muy interesante.

3/10/15

Maestros

Yo aprendí a amar la literatura en el colegio; allí descubrí de la mano de un profesor al que con maldad llamábamos 4M (medio metro mal medido) y que se llamaba Don José (sí, todos mis profesores tenían un don delante, era otra época), que los libros iban más allá del Quijote, lectura, a mi entender, poco recomendable a esa edad. En mi casa teníamos muchas obras de teatro, cosa de familia, y leía a Poncela o a Paso como si fueran tebeos, sin comprender que aquello era igual de literario que el Mío Cid. Este hombre nos mandó leer la novela «Sexta Galería» de Martín Vigil y recuerdo que empecé a leerla sin ninguna esperanza o, más bien, esperando una nueva Celestina. Para mi sorpresa, las historias de aquellos mineros me atraparon y la angustia de su encierro me hizo devorar aquellas páginas. Aquel fue el libro que me convirtió en lector de novelas.

21/7/15

Tanaka 2.B

Déjeme que le explique y le aclare que son esos cables que salen de su cabeza. Debería seguir durmiendo, pero parece que la anestesia tiene menos efecto en su organismo del esperado. Merece una respuesta a su silenciosa pregunta. Y no, perdone, me temo que aún no puedo quitarle el laringoscopio. No tardaremos ya mucho.

Siempre nos maravillamos de la capacidad del cerebro para recordar cosas y, en nuestro desconocimiento, creímos que era muy grande; incalculable llegamos a decir. Nos equivocamos, claro. Las señales estaban ahí, pero no quisimos verlas. Cuanto más alargábamos la vida de las personas más enfermedades relacionadas con la memoria se descubrían y cuando la ciencia médica consiguió mantener nuestros cuerpos jóvenes cientos de años, comprendimos que nuestra mente tenía un límite. Había que perder recuerdos para hacer sitio a las experiencias de una vida alargada artificialmente.

7/7/15

El silencio de los soldados

Silencio. Ese es el sonido que una nunca espera oír en el campo de batalla. No es una quietud total porque el crepitar de las llamas acabando con los rescoldos húmedos de la noche llega acompañado del lamento de los moribundos, pero comparado con el retumbar de las armas de disparo rápido, el zumbido de los pesados levitadores militares o las explosiones cercanas de las granadas, aquello era lo más parecido a la tranquilidad, el silencio de los soldados.

Una pila de cadáveres forma una grotesca montaña en el centro de lo que hace unas horas fue un campo de batalla, y el día anterior una tranquila plaza con un diseño ecológico y sostenible. Nada queda de ello y nunca volverá. Nadie podrá borrar el horror de los cuerpos retorcidos, mutilados y desnudos, compartiendo su palidez; los tentáculos de los mibu colgando sobre las espaldas de los humanos y la sangre roja y transparente apelmazando el vello de los úkaros. No hay segregación en la muerte.

Todos ellos compartían el pecado de ser libertarios y de haberse opuesto a la misión humanitaria de los inmos. ¿Era justo el precio? ¿Los miles de niños y familias que mañana comerían justificaban lo pagado? Alguien en Vettera pensaba que sí, pero allí, junto a la pila de los derrotados, era fácil pensar otra respuesta.

19/6/15

Mi trabajo

Mi nombre es Juan Olezero, pero eso no les ayudará mucho. Soy un indagador, un esquiriente, alguien que busca la solución y aunque pueda parecer apasionante, mi trabajo se reduce a divorcios, fraudes a seguros, impagos, excepto en el caso Martín que seguro recordarán. Aquella muchacha semidesnuda que corría por ese barrio donde las viviendas se ocultan tras muros y enormes jardines arbolados y donde las calles nunca son rectas por simple capricho constructivo. Allí la interceptaron dos muchachos de la seguridad privada, por casualidad, y después de tranquilizarla, descubrieron de dónde venía: la mansión de los Martín, un enorme chalet de dos alas, una entrada bajo palio, dos alturas y un cadáver en el dormitorio principal, golpeado con saña, con método, sin piedad.

El asesino fue un antiguo novio de la chica desnuda. El pobre muchacho, enajenado por los celos y tras descubrir que su antigua compañera alternaba con ancianos, se dejó llevar por su rabia. Es posible que ahora me odien por haberles desvelado el misterio, como si hubiéramos ido a leer la última página del libro. Las historias de investigaciones deben ocultar estos datos hasta el final, para mantener la incertidumbre, el suspense y, en definitiva al lector, pero si siguen leyendo mis palabras les contaré cómo consiguió la policía encontrar al culpable.